EL PRINCIPITO
Antoine de Saint-Exúpery
Capítulo 1
Cuando tenía seis
años, vi una vez un extraordinario dibujo en un libro que trataba sobre el
Bosque Virgen, llamado "Historias Vividas". La lámina expresaba nada
menos que una serpiente boa tragándose a una fiera. Aquí tenemos la copia del
dibujo.
Decía el texto:
"Las serpientes boas capturan a sus presas y las tragan enteras, sin
masticarlas. Esto, no les permite moverse y duermen durante los seis largos
meses en que transcurre la digestión." Es entonces que pensé mucho sobre
las aventuras de la selva y un buen día, tomé un lápiz de color y logré mi
dibujo número 1. Era así:
Decidí mostrar mi
primer obra maestra a la gente grande, y pregunté si mi dibujo les asustaba.
-"Por qué nos
asustaría un sombrero?"-, me respondían.
Pero mi dibujo, no
representaba en verdad a un sombrero. Expresaba una serpiente boa que había
tragado a un elefante.
Decidí entonces
dibujar el interior de la serpiente boa a fin de que los adultos comprendieran,
ya que siempre necesitan explicaciones. Así quedó logrado mi dibujo número 2:
Me aconsejaron las
personas grandes, que abandonara estos dibujos de serpientes boas cerradas o
abiertas y me dedicara un poco más a la geografía, la historia, el cálculo y la
gramática.
De este modo
abandoné a la edad de seis años lo que pudo haber sido una brillante carrera de
pintor. Me encontraba decepcionado a raíz del fracaso de mis dos primeros
dibujos. Insisto en que las personas grandes no comprenden nada por sí mismas y
es cansador para nosotros, los niños, darles siempre y siempre explicaciones.
Consideré que debía
elegir otra ocupación y aprendí a pilotear aviones, volando así por innúmeros
lugares del mundo. Reconozco que la geografía me sirvió de mucho. Al instante
podía distinguir China de Arizona; ésto es muy útil si uno llega a perderse
durante la noche.
Debo decir, que así
fue como a lo largo de mi vida, tomé contacto con muchísima gente seria. He
vivido mucho con personas grandes, viéndolas muy de cerca. Aún así, no mejoré
en demasía mi opinión acerca de los adultos.
Cuando encontraba
alguna persona grande que me parecía algo lúcida, realizaba la prueba de mi
dibujo número 1 que siempre he conservado y conservo aún. Me interesaba saber
si verdaderamente comprendería mi dibujo. Sin embargo, siempre me respondían:
"Es un sombrero". Desde ya que no les hablaba entonces de serpientes
boas, ni de bosques vírgenes, ni de estrellas. Me ponía a su alcance,
hablándoles de bridge, de golf, de política y de corbatas. Así es como se
quedaban conformes por haber conocido a un hombre tan razonable.
Capítulo 2
Pasaba solo mis
días, sin encontrar a nadie con quien verdaderamente pudiera hablar, hasta que
algo me sucedió hace ya unos seis años, en el desierto de Sahara. Mi motor
sufrió una rotura. Como no contaba con mecánico ni pasajeros, no tuve otra
opción que la de intentar solo una difícil reparación. Indudablemente era para
mí, una cuestión de vida o muerte. El agua que tenía, sólo me alcanzaba para
ocho días.
Me recosté sobre la
arena, pasando así mi primer noche nada menos que a mil millas de toda región
habitada. Me encontraba por cierto, más alejado que un náufrago dentro de una
balsa en medio del océano. Inexplicable fue mi sorpresa, cuando al despuntar el
día una extraña vocecita me decía casi suplicante:
-Por favor...
dibújame un cordero!
-Eh!-exclamé-
-Dibújame un
cordero...
Como atravesado por
un rayo, de un salto me puse en pie, refregué mis ojos y observé con severa
atención. Me encontré frente a un increíble hombrecito que me examinaba
gravemente. Es éste el retrato más acertado que tiempo más tarde logré hacer de
él.
Seguramente el
modelo, es mucho mas encantador que mi copia. Como ya os dije, las personas
grandes me han desalentado de mi carrera de pintor cuando tenía apenas seis
años, habiendo sólo aprendido a dibujar las boas cerradas y las boas abiertas.
Continuaba absorto
mirando aquélla aparición ya que me encontraba, como les dijera, a mil millas
de toda tierra habitada. El hombrecito sin embargo, no me parecía extraviado,
ni cansado, ni muerto de sed ni de hambre y menos muerto de miedo. No tenía el
aspecto de un niño extraviado.
Al fin pude hablar
y entonces dije:
-Pero... qué haces
aquí?
Suavemente pero muy
serio repitió:
-Por favor...
dibújame un cordero...
Cuando el misterio
es demasiado grande, es imposible desobedecer. Por ridículo que me pareciera, a
tantas millas de una región habitada y en peligro de muerte, tomé de mi
bolsillo un papel y un lápiz. Comuniqué al hombrecito, no en el mejor tono, que
no sabía dibujar. Me contestó:
-No importa.
Dibújame un cordero.
Nunca en mi vida
había dibujado un cordero, de manera que decidí rehacer uno de los únicos
dibujos que me sentía capaz de realizar. El de la boa cerrada.
Incalculable mi
sorpresa, cuando oí al hombrecito responder:
-No! No! No quiero
un elefante dentro de una boa. Las boas son sumamente peligrosas y un elefante
muy embarazoso. En mi casa, todo es pequeño. Lo que necesito es un cordero. Por
favor, dibújamelo.
Entonces dibujé:
El hombrecito miró
con atención y luego dijo:
-No lo quiero. Este
cordero está muy enfermo. Debes hacer otro.
Mientras dibujaba,
mi amigo sonreía amablemente pero con cierta soberbia:
-Ves?... No es un
cordero, más bien es un carnero. Tiene cuernos...
Hice nuevamente el
dibujo, pero fue rechazado como los anteriores:
-Este es muy
viejito; quiero un cordero que viva muchos años.
Ya algo impaciente
y apurado por desmontar mi motor, garabateé por último este dibujo:
Le dije:
-Esta es una caja.
El cordero que quieres está adentro.
Sorprendido me
quedé al comprobar que el rostro de mi joven juez se iluminaba:
-Es exactamente
como lo quería! Me pregunto si necesitará mucha hierba este cordero.
-Por qué?
-Porque en mi casa,
todo es muy pequeño...
-Seguro que
alcanzará. En verdad, te he regalado un cordero bien pequeño.
Mirando el dibujo,
con la cabeza inclinada dijo:
-No tan pequeño...
Mira! Se ha dormido.
Así fue como conocí
al principito.
Capítulo 3
No fue tarea fácil
comprender de dónde venía. El principito me acosaba a preguntas y no parecía
preocuparse demasiado por las mías. Muy lentamente y a través de algunas
palabras emitidas al azar, es como pude poco a poco enterarme de todo. Al ver
por primera vez mi avión (al que no dibujaré por ser algo complicado para mí),
me preguntó:
-Qué es esta cosa?
-No se trata de una
cosa. Vuela. Se llama avión. Es mi avión.
Sentí orgullo al
hacerle saber que volaba. Entonces exclamó:
-Entonces has caído
del cielo?
-Sí-dije
humildemente.
-Ah! Qué
divertido!...
El principito soltó
tal carcajada que me sentí muy irritado. No me gusta que se tomen a risa mis
desgracias.
Inmediatamente
agregó:
-Entonces, tú
también vienes del cielo! De qué planeta eres?
El misterio de su
presencia quedó transformado en una luz y pregunté atropelladamente:
-Tú vienes de otro
planeta?
Pero no me
respondió. Movía la cabeza muy suavemente de un lado al otro mientras miraba mi
avión:
-En esto..., no
puedes haber venido de muy lejos.
Pareció haberse
hundido en un ensueño que duró un largo rato. Luego, sacó el cordero del
bolsillo contemplándolo ensimismado.
Imaginen ustedes,
cómo pudo haberme intrigado esta semiconfidencia acerca de los "otros
planetas". Quise saber aún más:
-De dónde vienes,
exactamente? Y dónde queda tu casa? A dónde llevarás mi cordero?-pregunté al
hombrecito.
Luego de meditar
silenciosamente, respondió:
-Me agrada la caja
que me has regalado ya de en la noche le servirá de casa.
-Ya lo creo. Si
eres amable también te daré una cuerda a fin de atarlo durante el día. Y una
estaca.
Esto, no pareció
conformar al principito:
-Atarlo? Vaya idea
rara!
-Piensa que si no
lo atas, tomará cualquier rumbo y se perderá.
Mi amigo fue objeto
de una nueva carcajada:
-Dime dónde crees
que iría?
-A cualquier lugar.
Derecho, siempre adelante...
El principito
entonces exclamó severamente:
-Eso no interesa!
Mi casa es tan pequeña!
Quizá con cierta
tristeza agregó:
-Derecho, siempre
adelante de uno, no se puede ir muy lejos...
Capítulo 4
Supe algo más
acerca de él. El planeta de donde provenía era apenas más grande que una casa!
Tenía conocimiento,
que fuera de los grandes planetas conocidos como la Tierra, Júpiter, Marte,
Venus, hay centenares de planetas, muchas veces tan pequeñitos, que apenas
pueden ser vistos a través de un telescopio.
Cuando un astrónomo
descubre alguno, lo identifica con un número. Por ejemplo: "asteroide
3251".
Suficientes razones
tengo como para creer que el planeta de donde provenía mi amigo es el asteroide
B 612. Sólo una vez ha sido visto con el telescopio, en el año 1909, por un
astrónomo de origen turco.
El científico
realizó la demostración de su descubrimiento en un Congreso Internacional de
Astronomía. Su explicación no fue creíble a causa de su vestido. Así son las
personas grandes.
Sin embargo, más
tarde, un dictador turco obligó al pueblo bajo ley de pena de muerte, vestirse
al estilo europeo. Esto ofreció nueva oportunidad al astrónomo quien en 1920
mostró por segunda vez su descubrimiento, pero en esta oportunidad, con un traje
sumamente elegante. Esta vez, todo el mundo compartió su opinión.
Referí detalles del
asteroide B 612 tan sólo por las personas grandes. Ellos aman los números.
Cuando les comunicáis acerca de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo
esencial: "Cómo es el timbre de su voz? Cuáles son los juegos que
prefiere? Colecciona mariposas?" En cambio preguntan: "Qué edad
tiene? Cuántos hermanos? Cuánto pesa? Cuánto gana su padre?". Sólo así
creen conocerle.
Si contás a los
adultos: "He visto una magnífica casa construida con ladrillos rojos,
geranios en las ventanas y palomas en el techo...", no podrán imaginarse
la casa. En cambio si dices: "He visto una casa de cien mil francos",
exclaman: "Qué hermosa es!"
Si dices: "La
prueba que confirma que el principito existió es que era encantador, que reía y
que quería un cordero. Querer un cordero es prueba de su existencia", se
encogerán de hombros y os tratarán como se trata a un niño. En cambio si les
dices: "El planeta de donde provenía es el asteroide B 612", quedarán
convencidos y no formularán más preguntas sobre esta cuestión. Son así, no hay
que reprocharles. Los niñitos deben ser muy indulgentes con las personas
grandes.
Los que
comprendemos la vida, nos burlamos de los números. Más me hubiera gustado dar
comienzo a esta historia como si se tratara de un cuento de hadas. En tal caso
hubiera dicho:
"Había una vez
un principito que vivía en un planeta apenas más grande que él y que tenía la
necesidad de un amigo..." Para aquéllos que comprenden la vida les habría
parecido mucho más real.
Detesto que se lea
mi libro a la ligera. Me entristece relatar estos recuerdos!. Transcurrieron ya
seis años que mi hombrecito se marchó con su cordero. Intento describirlo aquí
sencillamente para no olvidarlo. Es triste olvidar a un amigo. No todos han
tenido esta oportunidad. Podría transformarme en persona grande e interesarme
sólo por las cifras. Es por ello que me he comprado una caja de lápices de
colores. A mi edad, es penoso retomar el dibujo, cuando sólo se hicieron algunos
esbozos de boas cerradas y abiertas a la edad de seis años. Intentaré hacer la
reproducción de los dibujos, lo más parecidos posible. Dudo tener éxito pues un
retrato va, y el otro no se parece más. Cometo errores en la talla. Es aquí el
principito demasiado alto; allá algo pequeño. Se me desdibuja por instantes el
color de su vestido. Voy ensayando de una forma u otra a fin de lograr el
retrato más próximo a él. Habrán de perdonar mis imperfecciones. Mi amigo jamás
daba explicaciones. Tal vez me creía parecido a él; aunque yo lamentablemente,
no poseo la cualidad de ver corderos a través de una caja. Me pareceré quizá a
las personas grandes. Indudablemente, debo haber envejecido.
Capítulo 5
Cada nuevo día, me
aportaba algún otro dato acerca del planeta, la partida, el viaje. Durante el
tercer día me enteré del drama de los baobabs.
Fue gracias al
cordero, pues el principito me preguntó inquieto, como invadido por una gran
duda:
-Es cierto que los
corderos comen arbustos?
-Sí, claro. Comen
arbustos.
-Ah! Qué alegría me
da saberlo!
No me era posible
comprender por qué era ello tan importante para el hombrecito. Pero el
principito agregó:
-De modo que comen
también baobabs, verdad?
Recordé al
principito que los baobabs no son simples arbustos, sino grandes árboles y que
aún llevando consigo una tropilla de elefantes, no acabarían con un sólo
baobab.
La imágen de tropa
de elefantes, hizo mucha gracia al principito:
-Habría que
ponerlos unos sobre otros...
Luego observó
sabiamente:
-Los baobabs, antes
de crecer, comienzan siendo pequeños.
-Claro que sí! Lo
que no entiendo es por qué sugieres que tus corderos coman a los pequeños
baobabs?
-Bueno!
Vamos!-contestó el principito como si allí estuviese la prueba. Tuve que
realizar un gran esfuerzo inteligente para acercarme por mis propios medios al
problema.
Como en todo sitio,
también en el planeta del principito, existían hierbas buenas y de las malas
que resultaban naturalmente de semillas buenas y de malas semillas. Ocurre que
las semillas son invisibles y duermen en el secreto de la tierra hasta el
instante en que a una de ellas se le ocurre despertarse. Lentamente comienza a
estirarse creciendo tímidamente hacia el sol. Si se trata de una planta mala,
se la debe arrancar inmediatamente, en cuanto se la reconoce como tal.
Precisamente en el planeta del principito, había semillas terribles. Eran las
de los famosos baobabs. Podría decirse que el suelo estaba infestado. Si un
baobab no es arrancado a tiempo, ya no es posible luego. Invade y perfora con
sus raíces todo el planeta, pudiendo así producirse un estallido.
"Es cuestión
de disciplina", decía el principito. "Cuando por la mañana uno
termina de arreglarse, debe proceder cuidadosamente a la limpieza y orden del
planeta. Hay que arrancar con regularidad a los baobabs apenas son distinguidos
entre los rosales, a los que se parecen mucho cuando son muy jóvenes. El
trabajo es fácil, pero muy aburrido".
Me aconsejó un día,
que intentara lograr un espléndido dibujo, para que entrara bien en las cabezas
de los niños de mi tierra. "Si algún día viajan-decía- podrá serle de
mucha utilidad. En algunas cosas, no es un inconveniente importante dejar el
trabajo para otro momento. Pero si se trata de los baobabs, siempre es una
catástrofe. Conocí en una oportunidad un perezoso habitante de un planeta que
descuidó tres arbustos..."
Dibujé aquél
planeta según las indicaciones del principito.
Me desagrada ser
moralista; pero verdaderamente el peligro de los baobabs es poco conocido y los
riesgos por quien pudiera llegar a extraviarse en algún asteroide son tan
importantes, que, en una excepción que me permito, salgo de mi reserva y os
digo: "Niños, cuidado con los baobabs!"
Trabajé largo rato
sobre el dibujo, a fin de prevenir a mis amigos de semejante peligro. Quizá os
preguntéis: "Por qué no hay en este libro, otros dibujos tan grandiosos
como el de los baobabs?" La respuesta es que intenté hacerlos pero sin
éxito. En cambio con los baobabs, lo que me impulsó fue sencillamente la
urgencia.
Capítulo 6
De a poco fui
comprendiendo tu pequeña vida melancólica. Tu mayor distracción era la suavidad
de las puestas de sol. De ello me enteré en la mañana del cuarto día cuando me
dijiste:
-Me gustan las
puestas de sol. Vamos a ver una?
-Bueno, pero
debemos esperar...
-Esperar qué?
-Tenemos que
esperar a que el sol se ponga.
Pareciste
sorprendido. Luego riéndote de ti mismo me dijiste:
-Creo siempre estar
en casa!
Se sabe que cuando
es mediodía en los Estados Unidos, el sol se pone en Francia. Sólo bastaría llegar
a Francia en un minuto para ver la puesta del sol. Pero desafortunadamente,
esto no es posible; Francia está suficientemente lejos. Claro que, a diferencia
de ésto, en tu pequeño planeta bastaba sólo con mover tu silla algunos pasos,
contemplando así el crepúsculo cuantas veces quisieras.
-Un día, asistí a
cuarenta y tres puestas de sol.
Poco después
agregaste:
-Sabes?... Cuando
se está verdaderamente triste, son agradables las puestas de sol...
-Aquél día
entonces, el de las cuarenta y tres veces, estabas verdaderamente triste?
El principito no
respondió.
Capítulo 7
Durante el quinto
día y siempre gracias al cordero, me fue revelado otro secreto de la vida de mi
amigo. Me preguntó bruscamente y con cierta ansiedad:
-Si un cordero come
arbustos, es que come también flores?
-Claro! Y es más,
un cordero come todo lo que encuentra en a paso.
-Come flores con
espinas?
-Sí. También las
que tienen espinas.
-Pero entonces, de
qué sirven las espinas a la flor?
En verdad, ya no
tenía respuesta para ello. Estaba además muy ocupado intentando destornillar un
bulón de mi motor, que se hallaba muy ajustado. Me encontraba por cierto
bastante preocupado por el estado de mi avión y el agua para beber que iba
agotándose minuto a minuto; ello me hacía temer lo peor.
-Para qué sirven
entonces las espinas?
El principito no
olvidaba jamás las preguntas que formulaba. Yo, preocupado por mi bulón
respondí cualquier cosa:
-Las espinas no
sirven para nada, son pura maldad de las flores.
-Oh!
Luego de un silencio
y con cierto dejo de rencor, agregó:
-No lo creo! Las
flores son ingenuas y débiles. No tienen maldad y se defienden como pueden. Se
creen terribles con sus espinas.
Nada respondí. Me
decía para mí: "Si este bulón aún resiste, lo haré saltar de un martillazo".
Interrumpiendo nuevamente mis reflexiones, el principito dijo:
-Y tú, tú crees que
las flores...?
-Pero no! Yo no
creo nada! Te respondí cualquier cosa. Yo me ocupo de cosas serias!
Asombradísimo me
observaba el principito.
-Cosas serias, eh!
Hablas como las personas grandes!
Avergonzándome aún
más agregó:
-Todo lo confundes!
Mezclas todo!
Nunca lo había
visto tan irritado. Sus dorados cabellos se sacudían con el viento.
-Sé de un planeta
en donde habita un Señor carmesí. Nunca ha sentido el perfume de una flor,
nunca ha mirado una estrella. Tampoco ha querido a nadie. Sólo una cosa ha
hecho en su vida; sumas y restas. Repite todo el día, como tú, hasta el
cansancio: "Soy un hombre serio! Soy un hombre serio!" Hinchándose de
orgullo. Sabes lo que creo? Que no es un hombre, es un hongo!
-Un qué?
-Un hongo!
El principito
empalidecía de cólera.
-Millones de años
hace que las flores fabrican espinas, y otro tanto que los corderos se comen de
todas formas las flores. Acaso no es serio intentar entender por qué las flores
insisten en fabricar sus espinas que no sirven nunca para nada? No crees que
tenga importancia la guerra entre los corderos y las flores? No tiene ésto más
importancia que las sumas y restas de un Señor gordo y rojo? Y no es también
importante que la flor que yo conozco sea única en el mundo, que sólo exista en
mi planeta y que un corderito pueda hacerla desaparecer de golpe, en un
instante una mañana y sin darse cuenta de lo que hace? Esto, no es acaso
importante?
Ya enrojecido
agregó:
-Si se ama a una
flor de la que no existe más que un ejemplar entre millones de estrellas, es
motivo suficiente para que al mirar las estrellas sea feliz. Se dice para sí:
"Mi flor está allí, en alguna parte..." Pero si el corderito comiera
la flor, para él es como si de pronto y al mismo tiempo, todas las estrellas se
apagaran. Y ésto, no es importante?
Bruscamente rompió
en sollozos y nada más pudo decir. Ya era noche. Abandoné mis herramientas, de
las que ya no importaban ni el martillo, ni el bulón, ni la sed, ni la muerte.
En la Tierra, en mi planeta, en una estrella, había un principito que
necesitaba ayuda. Lo tomé entre mis brazos y lo acuné. Le dije: "La flor
que tú amas no corre ningún peligro... sabes por qué? Dibujaré ya mismo un bozal
para tu corderito. También dibujaré una armadura para tu flor... Di..." Ya
no sabía que decir. Mis palabras resonaban torpes, estaba perdido... no sabía
cómo llegar a él... Es soberanamente misterioso el mundo de las lágrimas...!
Capítulo 8
De a poco fui
conociendo mejor a esa flor. El planeta del pincipito tenía flores simples, con
una sóla hilera de pétalos, no molestaban a nadie ya que apenas ocupaban lugar.
Se las hallaba de pronto una mañana entre la hierba y luego por la noche, se
extinguían. Pero... aquélla, de la que hablaba el principito, germinó un día de
una semillita traída quién sabe de dónde y a quien el principito había vigilado
muy de cerca. Podía tal vez ser un nuevo tipo de baobab. Pero al poco tiempo
dejó de crecer y comenzó a transformarse en una bella flor. El principito que
asistió a todos los cambios que iban produciéndose, al ver el capullo enorme,
creyó que de ello iba a surgir alguna aparición milagrosa. Y, al abrigo de su
cámara verde parecía no terminar nunca de preparar su embellecimiento. Elegía
con sumo cuidado sus colores. Lentamente se vestía ajustando uno a uno sus
pétalos. No quería nacer llena de arrugas como las amapolas. Quería aparecer
con el pleno resplandor de su hermosura. Era por cierto muy coqueta. Por fin una
mañana, decidió mostrarse junto con la salida del sol.
En medio de un gran
bostezo, la flor que había trabajado con tanta perfección, dijo;
-Ah!, perdóname...
Recién me despierto... Todavía estoy despeinada.
El principito en un
estado de máxima admiración exclamó:
-Eres hermosa!
-Es cierto. He
nacido al tiempo que nació el sol.
El principito notó
que era muy poco modesta, pero... era tan conmovedora!
-Si no me equivoco,
creo que es hora de desayunar-dijo la flor- Serías tan amable de acordarte de
mí?
Algo confuso, el
principito tomó una regadera llena de agua fresca y sirvió a la flor.
Se mostraba
ciertamente vanidosa. Un día por ejemplo, dijo al principito refiriéndose a sus
cuatro espinas:
-Ya pueden venir
los tigres con sus garras!
-Despreocúpate, en
mi planeta no hay tigres, pero además, los tigres no comen hierba-argumentó el
principito.
-Yo no soy una
hierba-agregó con seductora suavidad la flor.
-Oh... perdóname.
-No temo a los
tigres, pero... las corrientes de aire me horrorizan. Tendrías un biombo para
protegerme?
"Horror a las
corrientes de aire... No es una suerte para una plante-pensó para sí el
principito- Esta flor es bien complicada..."
-Aquí hace mucho
frío, de modo que durante la noche, me meterás bajo un globo. Veo que hay pocas
comodidades. Allá, de donde vengo...
Había llegado bajo
la forma de semilla, de modo que no podía conocer absolutamente nada de otros
mundos. Se sentía avergonzada por haberse dejado sorprender por una mentira tan
inocente, tosió dos o tres veces como para poner en falta al principito.
-Pero... dónde está
el biombo?
-Iba por él,
pero... como me estabas hablando!
La flor nuevamente
forzó la tos como para afligirle aún más.
Es así como el
principito comenzó a dudar de ella y se sentía muy desgraciado.
"No debí
escucharla-me confesó un día-; es mejor no escuchar a las flores. Tan sólo
contemplarlas y aspirar su perfume. La mía endulzaba con su aroma todo mi
planeta, y aún así, yo no podía gozar de ello. Quizá la historia de las garras,
que tanto me fastidiaba, debe haberme conmovido...
Me confió luego:
"No supe
entonces comprender. Cometí el error de haberla enjuiciado por sus palabras y
no por sus actos. Iluminaba y perfumaba todo mi planeta. Jamás debí haberla
abandonado! Debí haber intuído su ternura detrás de sus ingenuas astucias. Las
flores son tan contradictorias! Y yo... demasiado jóven para saber amarla.
Capítulo 9
Sospecho que su
partida, la realizó a través de una migración de pájaros silvestres. Antes de
marcharse, ordenó detalladamente su planeta. Deshollinó los volcanes en
actividad con sumo cuidado, eran dos y el principito los utilizaba diariamente
para calentar su desayuno. Había un tercer volcán, pero en estado de extinción.
Sin embargo, como decía mi amigo: "nunca se sabe...!" y deshollinó
igualmente el volcán extinguido. Si se deshollinan regularmente los volcanes,
pueden evitarse las erupciones. Para la grandeza de nuestra tierra, somos
demasiado minúsculos para deshollinar volcanes, es por eso que nos causan
tantos disgustos.
Arrancó tristemente
los últimos brotes de baobabs que se hacían visibles. Tenía la sensación de no
volver jamás. Esa mañana en particular, estos trabajos de rutina le eran
sumamente agradables. Regó la flor por última vez, la resguardó con el globo de
las fuertes corrientes de viento, y descubrió deseo de llorar.
-Adiós-dijo a la
flor.
La flor no
respondió.
-Adiós-insistió el
principito.
La flor tosió, pero
no precisamente por padecer un resfrío.
-He sido
tonta-murmuró al fin- Te pido disculpas e intenta ser feliz.
Estaba estupefacto
por la ausencia de reproches. Algo paralizado, permanecía de pie junto a la
flor con el globo en su mano. Intentaba comprender esa calma mansedumbre.
-Claro que te
quiero!-le dijo la flor- Por mi culpa, no te has enterado de nada. Creo también
que has sido tonto como yo. Guarda ese globo, ya no lo quiero.
-Pero el viento...
-No estoy tan
resfriada... Soy una flor y estoy segura que el fresco aire de la noche me hará
bien.
-Y los animales...?
-Es necesario
soportar dos o tres orugas si realmente deseo conocer a las mariposas. Debe ser
hermoso! De lo contrario, quién vendrá a visitarme? Tú ya estarás lejos. En
cuanto a los animales, tengo mis garras para defenderme, no les temo.
Lució inocentemente
sus cuatro espinas. Luego dijo:
-No demores tu
partida, es molesto. Si has decidido irte, pues... vete ya.
No quería que la
viese llorar. Ciertamente era una flor muy orgullosa...
Capítulo 10
La región exacta en
la que se encontraba era en la de los asteroides 325, 326, 327, 328, 329 y 330.
Decidió visitarlos a fin de instruírse y encontrar una ocupación.
El primero lo
habitaba un rey, vestido de púrpura. Se sentaba en un tronco sencillo pero
majestuoso.
-Ah! He aquí un
súbdito-dijo el rey al ver llegar al principito.
Mi amigo pensó para
sí: "Cómo puede reconocerme si nunca me ha visto antes? Acaso todos los
hombres son sus súbditos?"
-Ven más cerca, que
quiero mirarte mejor-dijo el rey orgulloso de poder ser por fin el rey de
alguien.
El principito
buscaba un lugar para sentarse, pero el planeta estaba completamente cubierto
por el manto de armiño que llevaba encima el rey. No tuvo opción más que la de
permanecer en pie, y como se veía muy cansado, bostezó.
-Es contrario al
protocolo bostezar en presencia de un rey, de modo que te lo prohíbo-replicó el
rey.
-Cómo puedo
impedirlo? Vengo de un largo viaje y no he dormido-respondió el principito.
-Pues entonces-dijo
el rey- te ordeno que bosteces. Desde hace largo tiempo, no he visto a nadie
bostezar. Los bostezos despiertan en mí cierta curiosidad. Vamos!, hazlo otra
vez. Es una orden!.
-Eso me intimida...
ahora no puedo-exclamó el principito mientras iba enrojeciendo.
-Hum! Hum!-expresó
el rey- Entonces te... te ordeno bostezar o no bos...
De pronto pareció
irritado.
El único deseo del
rey, era el de ser respetado. No toleraba entonces que se le desobedeciera en
lo más mínimo. Pero... dentro de todo, daba órdenes razonables.
"Si
ordeno-decía- a un general que se convierta en ave marina y éste no obedece, no
sería culpa del general, sino exclusivamente mía".
-Podría
sentarme-suplicó tímidamente el principito.
-Ordeno que lo
hagas-respondió el rey al tiempo que recogía parte del faldón de su manto de
armiño.
El principito se
preguntaba: "Sobre quiénes podía reinar el rey, siendo tan pequeño su
planeta?"
-Sire...-le dijo-
os pido perdón por preguntaos...
-Ordeno que me
preguntes-contestó el rey apresurado.
-Sire... Sobre qué
reináis?
-Sobre
todo-respondió el rey.
-Sobre todo?
Expresándose con
gestos, el rey señaló su planeta, los otros y también las estrellas.
-Sobre todo
eso?-preguntó el principito asombrado.
-Así es, sobre todo
eso...-respondió el rey.
El principito se
hallaba nada menos que frente a un monarca universal.
-Y las estrellas os
obedecen?
-Claro que sí-dijo
el rey- Acatan mis órdenes al instante. Detesto la indisciplina.
El principito
estaba realmente maravillado. Si él hubiera detentado tal poder, habría podido
ser testigo no sólo de cuarenta y cuatro, sino a setenta y dos, o cien, o aún doscientas
puestas de sol en un mismo día, sin siquiera necesitar desplazarse con su
silla! Comenzaba a experimentar cierta melancolía al recordar a su pequeño
planeta que había quedado abandonado y se animó a pedir una gracia al rey:
-Necesito ver una
puesta de sol... Hazme el gusto... Ordena al sol que se ponga...
-Si ordeno a un
general que vuele de flor en flor cual si fuera mariposa, que escriba una
tragedia o que de pronto mutara en ave marina y no lo hiciera, quién estaría en
falta, él o yo?
-Vos-contestó el
principito con tono seguro.
-Correcto. Se debe
pedir a cada cual, lo que está a su alcance realizar. La autoridad posee un
primer sustento que es la razón-dijo el rey- De tal forma que si ordenas a tu
pueblo arrojarse al mar, seguramente éste se inclinará hacia una revolución. Me
creo con el derecho de exigir obediencia ya que mis órdenes están dentro de lo
razonable.
-Y qué hay de mi
puesta de sol?-recordó el principito, quien nunca renunciaba a una pregunta,
una vez que la había formulado.
-La tendrás. Así lo
exigiré, pero tendré que esperar a que las condiciones sean las favorables y
adecuadas.
-Y cuándo sucederá
eso?-quiso averiguar el principito.
-Hem! Hem!-vociferó
el rey mientras consultaba un grueso calendario-, hem! hem!, será a las... a
las... será esta misma noche, exactamente a las siete y cuarenta! Ya veras cómo
soy obedecido!
El principito
bostezó al tiempo que lamentaba la pérdida de su puesta de sol, y como ya se
aburría dijo:
-Ya nada tengo que
hacer aquí. Me marcho.
-No te vayas
todavía-sugirió el rey, quien estaba muy satisfecho de tener un súbdito- Si te
quedas, te hago ministro.
-Ministro de qué?
-De... de justicia!
-Pero a quién podré
juzgar?
-Eso aún no lo
se-contestó el rey- Debo visitar a mi reino, pero estoy viejo, no tengo
suficiente lugar para una carroza y me fatiga caminar.
-Yo ya he mirado,
por allí tampoco hay habitantes-comentó el principito asomándose a fin de poder
observar mejor el otro lado del planeta.
-Podrás juzgarte a
ti mismo-replicó el rey- Eso es bien difícil, mucho más que juzgarse a los
demás. Te diré más: si logras juzgarte bien a ti mismo, estarás frente a un
verdadero sabio.
-Pero no necesito
vivir en este sitio para poder juzgarme a mí mismo-dijo el principito-, eso
puedo hacerlo en cualquier parte.
-Hem! Hem!-dijo el
rey- Oigo por la noche una vieja rata que anda por algún lugar de este planeta.
Podrías juzgarla y aún condenarla a muerte de tiempo en tiempo, de modo tal que
su vida dependa de tu justicia. Deberá indultarla cada vez, a fin de
conservarla ya que no hay más que una.
-A mí no me gusta
condenar a muerte, y ahora sí, creo que me marcho-contestó el principito.
-No-dijo el rey.
El principito, aún
habiendo terminado sus preparativos para la partida, hizo lo posible para no
afligir al viejo monarca:
-Si Vuestra
Majestad desea que obedezca puntualmente, podría darme una orden razonable. Por
ejemplo, que parta antes de un minuto. Apuesto a que las condiciones son
favorables...
Al ver que el rey
no esbozó palabra alguna, pareció pensarlo y luego... suspirando comenzó a
alejarse.
-Te nombro
embajador-gritó apresuradamente el rey, con un tono altamente autoritario.
Mientras se
marchaba, se dijo a sí mismo el principito: "Las personas grandes son bien
extrañas".
Capítulo 11
El segundo planeta
se encontraba habitado por un vanidoso:
-Bien! Bien!
Tenemos aquí la presencia de un admirador!-expresó fuertemente y desde lejos el
vanidoso, al ver que el principito se acercaba.
Es así, para los
vanidosos, los otros hombres son meros admiradores.
-Buen día-saludó el
principito- Pero qué raro es tu sombrero!
-Sirve para
saludar-respondió el vanidoso- Es para saludar cuando me aclaman. Aunque...
lamentablemente, nunca pasa nadie por aquí.
-Ah, si?-exclamó el
principito sin comprender.
-Golpea tus manos
una contra la otra-solicitó el vanidoso.
Así lo hizo el
principito. Modestamente saludó el vanidoso al tiempo que levantaba su
sombrero.
-Esto me divierte
más que la visita al rey-se dijo el principito para sí, volviendo a golpear sus
manos una contra otra. Inmediatamente, el vanidoso volvió a saludar levantando
su sombrero.
A los cinco
minutos, el principito se veía cansado por la monotonía del juego:
-Qué se hace para
que el sombrero caiga?-interrogó.
El vanidoso no lo
oyó, ya que los vanidosos sólo escuchan las alabanzas.
-Me admiras mucho,
claro?-preguntó al principito.
-Explícame lo que
significa admirar.
-Admirar significa
asumir que soy el hombre más bello, rico, inteligente y mejor vestido del
planeta.
-Acaso no eres la
única persona en este planeta?
-Admírame lo mismo!
Hazme el favor!
-Bien, te
admiro-complaciendo al vanidoso mientras se encogía de hombros pero... qué
beneficio obtienes en que yo te admire?
El principito se
fue.
Decididamente, las
personas grandes son muy extrañas, se dijo para sí el principito mientras
emprendía su nuevo viaje.
Capítulo 12
La visita al tercer
planeta fue algo breve pero suficiente para entristecer al principito. Vivía en
él un bebedor.
-Qué haces
allí?-interrogó el bebedor, ubicado silenciosamente entre una vasta colección
de botellas llenas y otras vacías.
-Bebo-contestó el
habitante algo lúgubre.
-Por qué lo
haces?-preguntó el principito.
-Para
olvidar-contestó el bebedor.
-Qué es lo que
tratas de olvidar?-inquirió penosamente el principito.
-Que me siento
avergonzado-confesó el bebedor inclinando hacia abajo la cabeza.
-Avergonzado de
qué?-intentó averiguar el principito con el propósito de ayudarle.
-Avergonzado de
beber!-concluyó el bebedor quedando definitivamente sumido en el silencio.
El principito se
alejaba perplejo. Volvió a repetirse durante el viaje que las personas grandes
son muy pero muy extrañas.
Capítulo 13
Un hombre de
negocios habitaba el cuarto planeta. Tan ocupado estaba que no levantó su
mirada ni aún ante la llegada del principito.
-Buenos días-saludó
éste- Su cigarrillo está apagado.
-Tres y dos son
cinco. Cinco y siete, doce. Doce y tres, quince. Buenos días. Quince y siete,
veintidós. Veintidós y seis, veintiocho. No tengo tiempo para volver a encenderlo.
Veintiséis y cinco, treinta y uno. Uf! Da un total de quinientos un millones
seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno.
-Quinientos
millones de qué?
-Eh! Todavía
permaneces allí? Quinientos un millones de... Ya no sé... Tengo tanto trabajo!
Yo soy serio, no me divierto con tonterías. Dos y cinco, siete...
-Quinientos
millones de qué?-inquirió nuevamente el principito, que jamás olvidaba una
pregunta una vez formulada.
El señor de
negocios levantó la cabeza:
-Hace cincuenta y
cuatro años que vivo en este planeta, y sólo tres veces me han molestado. Hace
veintidós años fue la primera, cuando un abejorro cayó Dios sabe de dónde. Fue
tan estrepitoso el ruido que produjo al caer, que cometí cuatro errores en una
suma. Hace once años fue la segunda a causa de un ataque de reumatismo. Debo
hacer ejercicios, pero no tengo tiempo para moverme. Soy serio. La tercera
vez... Hela aquí! Decía, quinientos un millones...
-Millones de qué?
El hombre de
negocios había comprendido que no había ya esperanza de tranquilidad alguna.
-Millones de esas
cositas que se ven a veces en el cielo.
-Moscas?
-Oh, no! Cositas
que brillan.
-Abejas?
-Pero no! Cositas
doradas que hacen desvariar a los holgazanes. Pero yo soy serio! y no tengo
tiempo para perder.
-Ah! Estrellas!
-Eso es. Estrellas.
-Pero puedes
decirme que haces con quinientos millones de estrellas?
-Quinientos un
millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno. Yo soy serio y
preciso.
-Dime, qué haces
con esas estrellas.
-Cómo qué hago?
Nada, las poseo.
-Posees las
estrellas?
-Efectivamente.
-He visto un rey
que...
-Escucha: los reyes
no poseen, "reinan" que es bien distinto.
-Me dirás para qué
te sirve poseer estrellas?
-Gracias a ello soy
rico.
-De qué sirve ser
rico?
-Para comprar otras
estrellas, si alguien las encuentra.
Mientras tanto el
principito iba pensando que este hombre, razona un poco como el ebrio. Siguió
preguntando;
-Cómo puede un
hombre poseer estrellas?
-Acaso, sabes de
quién son?
-No sé. Supongo que
de nadie.
-Pues entonces...
son mías por ser el primero en haberlo pensado.
-Y con eso basta?
-Pues claro!.
Cuando hallas un diamante que no le pertenece a nadie, es sencillamente tuyo.
De igual forma, cuando eres el primero a quien se le ocurre una idea, la
patentas e inmediatamente pasa a ser de tu propiedad. Así, yo poseo las
estrellas pues nadie antes que yo, soñó poseerlas. Comprende?
-Es cierto-dijo el
principito- Pero qué haces tú con ellas?
-Las administro.
Las cuento y recuento-contestó el hombre de negocios. Es bastantes difícil,
pero como dije, soy un hombre serio!
El principito aún
no se daba por satisfecho.
-Yo, si poseo un
pañuelo, puedo abrigar con él mi cuello y llevarlo conmigo a donde vaya. Si
poseo una flor, puedo cortarla y llevármela. En cambio tú, no puede cortar las
estrellas!
-No, pero puedo
depositarlas en el banco.
-Y eso qué quiere
decir?
-Escribo en un
papelito la cantidad de estrellas que poseo, cierro el papelito y lo pongo bajo
llave en un cajón.
-Eso es todo?
-Lo suficiente.
Es divertido y
bastante poético, pero... no es serio-pensó el principito, que sobre cosas
serias tenía un concepto bien distinto del de las personas grandes.
-Yo-dirigiéndose al
señor- poseo una flor a la que riego todos los días. Tres volcanes que
deshollino todas las semanas, aunque uno de los tres está extinguido. Nunca se
sabe. Tanto para mis volcanes como para mi flor, es útil que yo los posea. En
cambio tú... no eres útil a las estrellas.
El hombre de
negocios hizo el ademán de responder pero no encontró palabras para ello. El
principito se fue. Decididamente las personas grandes-se decía para sí- son
enteramente extraordinarias.
Capítulo 14
El quinto planeta
era algo extraño y el más pequeño de todos. Apenas había espacio para albergar
a un farol y un farolero. Era incomprensible para el principito, qué utilidad
tendrían en algún lugar del cielo, en un planeta casi deshabitado, un farol y
un farolero.
Dijo para sí:
"Quizá este hombre es absurdo. Pero seguramente lo es menos que el rey, el
vanidoso, el hombre de negocios y el bebedor. Por lo menos su trabajo posee
sentido. Al encender su farol, es como si diera nacimiento a una estrella más,
o a una flor. Cuando apaga el farol, hace dormir a la flor o a la estrella. Su
trabajo es lindo, y por ello útil.
Al llegar al
planeta, saludó con respeto al farolero:
-Buenos días. Por
qué apagas el farol?
-Es la
consigna-contestó el farolero- Buenos días.
-Qué es la
consigna?
-Apagar el farol.
Buenas noches.
Y volvió a
encenderlo.
-Pero, y ahora por
qué acabas de encenderlo nuevamente?
-Es la
consigna-respondió el farolero.
-No te comprendo-le
dijo el principito.
-No es necesario
comprender nada. La consigna es la consigna. Buenos días.-dijo el farolero,
apagó el farol y secó su frente con un pañuelo a cuadros rojos.
-Mi oficio es
terrible. Al principio era más razonable. Apagaba el farol por la mañana y lo
encendía por la noche. El resto del día lo utilizaba para descansar y el resto
de la noche para dormir...
-Después la
consigna cambió?-interrogó el principito.
-La consigna no ha
cambiado-respondió el farolero- Ese es el drama! Año tras año el planeta gira
más velozmente y la consigna no ha cambiado.
-Entonces?-dijo el
principito.
-Al producirse
ahora una vuelta por minuto, no tengo ni un segundo para descansar. enciendo y
apago el farol una vez por minuto.
-Qué raro! En este
planeta los días duran tan sólo de un minuto!
-Nada tiene de
raro. Hace ya un mes que estamos juntos-dijo el farolero.
-Un mes?
-Exacto. Treinta
minutos. O sea treinta días! Buenas noches.
Volvió a encender
el farol.
El principito lo
observaba atentamente y le agradaba que el farolero fuera tan fiel a la
consigna. Le hizo recordar las puestas de sol que en otros tiempos había
perseguido con sólo mover su silla unos pasos. Sintió el deseo de ayudar a su
amigo.
-Sabes?..., conozco
la manera en que puedas descansar cuando así lo necesites...
-Siempre quiero
descansar-dijo el farolero.
Se puede ser a la
vez fiel y perezoso. El principito prosiguió:
-Tu planeta es tan
pequeño que puedes recorrerlo en un abrir y cerrar de ojos. Con sólo caminar
lentamente, quedarás siempre al sol. Cuando quieras descansar, deberás caminar
y de esta forma el día, durará el tiempo que tú quieras.
-No es gran cosa lo
que con eso adelanto. Lo que más me gusta en la vida, es dormir-confesó el
farolero.
-Es no tener
suerte-dijo el principito.
-Es no tener
suerte-dijo el farolero. Buenos días.
Y apagó el farol.
Mientras proseguía
su viaje se dijo el principito: "éste sería despreciado por todos los
otros, por el rey, el vanidoso, el bebedor, el hombre de negocios. Por el
contrario a mí, es el único que no me parece ridículo. Tal vez sea por ocuparse
de una cosa ajena a si mismo".
Suspiró con
nostalgia y prosiguió:
"Este es el
único del que podría haberme hecho amigo. Pero su planeta es realmente tan
pequeño que no hay lugar para dos...".
El principito no se
animaba a contarse a sí mismo que lo más atrayente de aquél planeta, eran sin
duda, las mil cuatrocientas cuarenta puesta de sol, cada veinticuatro horas!.
Capítulo 15
El sexto planeta
contaba con grandes dimensiones. Vivía allí un Anciano que se dedicaba a
escribir enormes libros.
-He aquí un
explorador!-exclamó al ver al principito.
El principito
sentado sobre la mesa, resopló de cansancio. Había viajado mucho!
-De dónde es que
vienes?-preguntóle el Anciano.
-Qué es este libro
tan gordo?-interrogó el principito- Qué es lo que haces aquí?
-Soy geógrafo-dijo
el Anciano.
-Qué es ser un
geógrafo?
-Es un sabio
conocedor de los mares, ríos, ciudades, montañas y desiertos.
-Eso es bien
interesante-acotó el principito- Al fin un oficio verdadero! Miró a su
alrededor; no había visto todavía un planeta tan majestuoso.
-Es realmente
hermoso vuestro planeta. Tiene océanos?
-No puedo
saberlo-contestó el geógrafo.
-Ah!-exclamó el
principito decepcionado- Tiene montañas?
-Tampoco puedo
saberlo-dijo el geógrafo.
-Ciudades, ríos y
desiertos?
-Y cómo podría
saberlo?
-Pero acaso no eres
geógrafo?-preguntó disconforme el principito.
-Dije que era
geógrafo, no explorador. No poseo exploradores y no soy yo quien deba realizar
el cómputo de las ciudades, los ríos, montañas, mares, océanos y desiertos. El
geógrafo es lo suficientemente importante como para ambular por ahí. Nunca debe
abandonar su despacho. Debe interrogar a sus exploradores y tomar nota de sus
observaciones. Y si alguna de ellas se le aparece como interesante, debe
levantarse una encuesta acerca de la moralidad del explorador.
-Por qué?
-Porque si un
explorador mintiera podría causar todo tipo de catástrofes en los libros de
geografía. Lo mismo un explorador que bebiera en demasía.
-Por qué?-preguntó
nuevamente el principito.
-Pues los ebrios
ven doble, de modo que vería dos montañas en el lugar donde sólo hay una.
-Ah, sí! Conozco a
alguien-dijo el principito- que no sería un buen explorador.
-Es posible. De
manera que, cuando la moral del explorador es intachable, se realiza una
encuesta en relación a su descubrimiento.
-Se va a
ver?-preguntó el principito.
-Desde ya que no.
Eso sería demasiado complicado. Sólo se exige al explorador que presente
pruebas. Si por ejemplo el descubrimiento es de una gran montaña, se le pide
que traiga grandes piedras.
El geógrafo se
mostró repentinamente emocionado:
-Pero tú, tu vienes
de lejos! Eres un explorador! Podrías describirme tu planeta!
Sin perder tiempo,
el geógrafo abrió su gigantesco registro y afinó la punta de su lápiz. Los
relatos se toman en lápiz al principio. Se transcriben en tinta al momento en
que el explorador suministra las pruebas correspondientes.
-Decías?-interrogó
el geógrafo.
-Oh!,
veráis...-dijo el principito-, mi planeta es poco interesante; es demasiado
pequeño. Tengo tres volcanes de los cuales uno se extinguió. Pero nunca se
sabe...
-Nunca se sabe-repitió
el geógrafo.
-Tengo también una
flor.
-Las flores no son
tenidas en cuenta, no las anotamos-dijo el geógrafo.
-Por qué? Si son lo
más lindo!-exclamó el principito entre irritado y asombrado.
-La razón es que
toda flor es efímera.
-Qué quiere decir
"efímera"?
-Las
geografías-dijo el geógrafo son los libros más valiosos de todos los libros.
Jamás pasan de moda. Es raro, por no decir imposible que una montaña cambie de
lugar. También sería cosa extraña que un océano perdiera su agua. Lo que escribimos
son aquéllas cosas eternas.
-Sin embargo, los
volcanes extinguidos pueden despertar-interrumpió el principito- Qué significa
"efímera".
-Para nuestros
registros, que un volcán esté extinguido o en actividad, es lo mismo. Lo que
cuenta es la montaña misma y eso no cambia.
-Qué significa
"efímera"?-interroga nuevamente el principito, que como sabemos, en
su vida había renunciado jamás a una pregunta una vez formulada.
-Significa que se
encuentra en permanente amenaza de desaparición. Que algún día deja de existir.
-Acaso mi flor está
amenazada por una próxima desaparición?-preguntó entristecido el principito.
-Seguramente.
Mi flor es
efímera-pensó el principito-, y sólo tiene cuatro espinas que intentan
defenderla contra el mundo entero! Y la he dejado completamente sola en mi
casa!
A pesar de la
nostalgia, tomó coraje y preguntó:
-Qué me aconsejáis
que vaya a visitar?
-El planeta Tierra.
Su reputación es buena...
Partió así el
principito... pensando en su flor.
Capítulo 16
La Tierra ha sido
el séptimo planeta visitado por el principito.
La Tierra no es,
por cierto, un planeta cualquiera. La cantidad de reyes que allí se cuentan es
de ciento once (incluyendo a los reyes negros), siete mil geógrafos,
novecientos mil hombres de negocios, trescientos once millones de vanidosos,
siete millones y medio de ebrios, es decir, aproximadamente dos mil millones de
personas grandes.
Para tener una idea
de la grandeza de la Tierra, os contaré que cuando la electricidad aún no
existía, se hacía imprescindible la labor de cuatrocientos sesenta y dos mil
quinientos once faroleros, que proveyeran de luz a seis continentes.
El desplazamiento y
movimiento de este gran ejército de faroleros, se veía a la distancia como los
de un ballet de ópera. Quienes cubrían el primer turno eran los faroleros de
Nueva Zelandia y Australia. Encendían los faroles y se iban a dormir. Le
seguían los faroleros de China y Siberia. Era el turno luego de Rusia y de las
Indias. Le sucedían los de Africa y Europa. Tras ellos los de América del Sud,
más tarde América del Norte. Jamás equivocaban este orden. Era verdaderamente
una escena espléndida.
Quienes llevaban
una vida poco divertida, eran el farolero del único farol del Polo Norte y su
colega del único farol del Polo Sud, ya que la frecuencia con que encendían sus
faroles, era tan sólo de dos veces al año.
Capítulo 17
Sugiero que no he
sido preciso al hablar de los faroleros. Puedo correr el riesgo de ofrecer a
quienes no lo conocen, una idea equívoca acerca de nuestro planeta. En verdad,
de todo el espacio habitable de la Tierra, los hombres ocupan poco espacio.
Imaginaos que si los dos mil millones de hombres que habitan la Tierra,
permanecieran de pie y algo apretados, entrarían tranquilamente en una plaza
pública de veinte millas de largo por veinte de ancho. La humanidad entera
podría alojarse en la islita más pequeña del Pacífico.
Seguro que las
personas grandes no harían caso de ello. Se sienten tan importantes que se ven
ocupando mucho lugar como los baobabs. Les podríais aconsejar hacer el cálculo,
ya que tanto gustan de las cifras, pero me temo que sería una gran pérdida de
tiempo. Confiad en mí.
Una vez en tierra,
el principito quedó sorprendido al no ver a nadie. Pensaba para sí haber
equivocado el planeta cuando de pronto, fue sorprendido por un anillo color
luna que se revolvía en la arena.
-Buenas noches-dijo
el principito.
-Buenas
noches-contestó la serpiente.
-Puedes decirme en
qué planeta me encuentro?-interrogó el principito.
-En la Tierra,
exactamente en Africa-respondió amablemente la serpiente.
-Ah!... Está
despoblado el planeta?
-Ocurre que has
caído justo en el desierto. Es común que en los desiertos no haya nadie. Pero,
la Tierra es grande...-dijo la serpiente.
Sentándose sobre
una piedra, el principito levantó su mirada hacia el cielo:
-Será que las
estrellas brillan-dijo-, a fin de que cada uno pueda algún día encontrar la
suya? Ese es mi planeta, está justo sobre nosotros... Mira qué pequeño. Qué
distante está...!
-Es
hermoso!-exclamó la serpiente-, qué haces por aquí?
-Estoy algo
enfadado con una flor-dijo el principito.
-Ah!,
comprendo...-dijo la serpiente.
Luego de un
silencio:
-Dime... dónde
están los hombres?-quiso averiguar el principito- Aquí, en el desierto se está
un poco solo.
-Tal vez con los
hombres, también se esté solo, no crees?
Después de mirar
largo tiempo a la serpiente:
-Qué extraño animal
eres-dijo el principito. Tan delgado como un dedo.
-Sin embargo mucho
más poderoso que el dedo de un rey-respondió con cierto orgullo la serpiente.
-No eres muy
poderoso-dijo sonriendo el principito- Ni siquiera tienes patas, no puedes
viajar...
-Aún así, te
aseguro, puedo llevarte más lejos de lo que lo haría un navío-agregó
sorprendiendo al principito, mientras se enroscaba alrededor de su tobillo.
-A quien toco,
vuelvo al lugar de donde provino. Pero tú pareces diferente..., eres puro y
vienes de una estrella.
El principito nada
decía.
-Eres débil, me das
pena-continuó la serpiente- Si algún día extrañas demasiado a tu planeta, puedo
ayudarte. Puedo..., tú comprendes...
Oh! Claro que sí!
Te he comprendido muy bien-dijo el principito- Sólo una cosa... por qué hablas
siempre con enigmas?
-Yo los resuelvo
todos-contestó presurosa la serpiente.
Y así,
permanecieron un largo rato en silencio.
Capítulo 18
Avanzó el
principito por el desierto, no encontrando más que una flor. Apenas si tenía
tres pétalos...
-Buenos días-saludó
cortesmente el principito.
-Buenos
días-contestó la flor.
-Sabes tú dónde
están los hombres?-preguntó el principito.
Alguna vez la flor
había visto pasar una caravana..., una en toda su vida.
-Los hombres?
Existen algo así como seis o siete. Los he visto hace muchos años y nunca se
sabe donde hallarlos. Parecen arrastrados por los vientos, como no poseen
raíces... Les fastidia mucho no tenerlas.
-Adiós-dijo de
pronto el principito.
-Adiós-dijo la
flor.
Capítulo 19
El principito se
encontró con una gran montaña y se subió. En verdad, las únicas montañas que en
su vida había visto eran los tres volcanes de su pequeño planeta que en total
le llegaba cada uno a sus rodillas. El volcán apagado lo utilizaba como
taburete.
Se dijo:
"Desde una montaña tan alta como ésta, seguro es que veré de un sólo golpe
el planeta con todos sus habitantes..." Sólo vió puntas de rocas bien
afiladas.
-Buenos días-dijo
al azar el principito.
-Buenos días...
Buenos días... Buenos días...-respondió el eco.
-Quién
eres?-preguntó interesado el principito.
-Quién eres...
quién eres... quién eres...-respondió el eco.
-Os suplico, sed
mis amigos... estoy solo-dijo el principito.
-Estoy solo...
estoy solo... estoy solo-prosiguió el eco.
"Pero... qué
planeta tan raro!-pensó para sí el principito- Es seco, puntiagudo y salado.
Los hombres no tienen imaginación. repiten y repiten todo lo que escuchan... En
casa tenía una flor y siempre era la primera en hablar...
Capítulo 20
Al fin el
principito descubrió una ruta, luego de haber caminado a través de arenas,
rocas y nieves durante un largo tiempo. Todas las rutas van hacia la morada de
los hombres.
-Buenos días-esbozó
el principito.
Se trataba de un
jardín lleno de rosas.
-Buenos
días-respondieron al saludo las rosas.
El principito las
observó detenidamente..., todas eran semejantes a su flor.
-Quiénes sois?-preguntó
sorprendido el principito.
-Somos
rosas-contestaron las rosas.
-Ah!-exclamó el
principito.
Muy desdichado,
recordaba que su flor le había contado un día que era única en su especie y en
el universo entero. El principito se encontró con que en un sólo jardín había
cinco mil, todas semejantes entre sí.
"Si ella viera
ésto-pensó para sí-, se sentiría seguramente avergonzada, tosería un buen rato
y simularía morir a fin de evitar el ridículo. Yo debería aparentar protegerla,
pues para humillarme aún más, llegaría hasta el extremo de dejarse
morir..."
Prosiguió así el
curso de sus pensamientos: "Creí ser rico al poseer una flor única en su
especie, y no se trata más que de un ejemplar ordinario. La rosa y tres
volcanes que no pasan de mis rodillas, de los cuales uno esté quizá apagado
para siempre. Verdaderamente..., no soy un gran príncipe". Se extendió
sobre la hierba y lloró.
Capítulo 21
Apareció entonces
el zorro;
-Buenos días-saludó
el zorro.
-Buenos
días-contestó amablemente el principito que al darse vuelta en dirección a la
voz no vio a nadie.
-Si me buscas, aquí
estoy-aclaró el zorro- debajo del manzano...
-Pero..., quién
eres tú?-preguntó el principito- Eres muy hermoso...
-Soy un zorro-dijo
el zorro.
-Acércate..., ven a
jugar conmigo-propuso el principito- Estoy tan triste!...
-Jugar contigo?
No..., no puedo-dijo el zorro- Aún no estoy domesticado.
-Ah! Perdón-se
excusó el principito.
Interrogó, luego de
meditar un instante:
-Has dicho
"domesticar"? Qué significa "domesticar"?
-Tú no eres de
aquí-afirmó el zorro- Puedes decirme qué es lo que buscas?
-Busco a los
hombres-respondió el principito- Dime, qué significa "domesticar"?
-Los
hombres-intentó explicar el zorro- poseen fusiles y cazan. Eso es bien molesto.
Crian también gallinas; es su único interés. Tú buscas gallinas, verdad?
-No-dijo el
principito- Busco amigos. Qué significa "domesticar"?
-Ah!..., es una
cosa muy olvidada-respondió el zorro- Significa "crear lazos".
-Crear
lazos?-preguntó el principito.
-Así es-confirmó el
zorro- Tú para mí, no eres más que un jovencito semejante a cien mil
muchachitos. Además, no te necesito. Tampoco tú a mí. No soy para tí más que un
zorro parecido a cien mil zorros. En cambio, si me domesticas..., sentiremos
necesidad uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para tí único en
el mundo...
-Creo que empiezo a
entender-dijo el principito- Hay una flor... Creo que me ha domesticado.
-Es
probable-contestó el zorro- En este planeta, en la Tierra, pueden ocurrir todo
tipo de cosas...!
-Oh! No es en la
Tierra-se apresuró a decir el principito.
El zorro se quedó
no menos que intrigado.
-Acaso en otro
planeta?
-Sí.
-Puedes decirme si
hay cazadores en ese planeta?
-Oh, no! No los
hay.
-Me está resultando
muy interesante, Hay gallinas?
-No.
-No existe nada que
sea perfecto-dijo el zorro suspirando.
Luego prosiguió:
-Mi vida es algo
aburrida. Cazo gallinas y los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen
como también los hombres se parecen entre sí. Francamente me aburro un poco.
Estoy seguro que..., si me domesticas mi vida se verá envuelta por un gran sol.
Podré conocer un ruido de pasos que será bien diferente a todos los demás. Los
otros pasos, me hacen correr y esconder bajo la tierra. Pero el tuyo sin
embargo, me llamará fuera de la madriguera, como una música. Mira! Puedes ver
allá a lo lejos los campos de trigo? Yo no como pan, por lo que para mí el
trigo es inútil. Los campos de trigo nada me recuerdan. Es triste! Pero tú
tienes cabellos de color oro. Cuando me hayas por fin domesticado, el trigo
dorado me recordará a ti. Y amaré el sonido del viento en el trigo...
El zorro en
silencio, miró por un gran rato al principito.
-Por favor...
domestícame!-suplicó.
-Lo haría, pero...
no dispongo de mucho tiempo-contestó el principito. Quisiera encontrar amigos y
conocer muchas cosas.
-Sabes...? Sólo se
conocen las cosas que se domestican-afirmó el zorro. Los hombres carecen ya de
tiempo. Compran a los mercaderes cosas ya hechas. Y... como no existen
mercaderes de amigos, es muy simple, los hombres ya no tienen amigos. Si
realmente deseas un amigo, domestícame!
-Y... qué es lo que
debo hacer?-preguntó el principito.
-Debes tener
suficiente paciencia-respondió el zorro- En un principio, te sentarás a cierta
distancia, algo lejos de mi sobre la hierba. Yo te miraré de reojo y tú no
dirás nada. La palabra suele ser fuente de malentendidos. Cada día podrás
sentarte un poco más cerca.
Al otro día el
principito volvió:
-Lo mejor es venir
siempre a la misma hora-dijo el zorro- Si sé que vienes a las cuatro de la
tarde, comenzaré a estar feliz desde las tres. A medida que se acerque la hora
más feliz me sentiré. A las cuatro estaré agitado e inquieto; comenzaré a
descubrir el precio de la felicidad! En cambio, si vienes a distintas horas, no
sabré nunca en qué momento preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
-Qué son los
ritos?-preguntó el principito.
-Se trata también
de algo bastante olvidado-contestó el zorro- Es aquéllo que hace que un día se
diferencie de los demás, una hora de las otras horas. Te daré un ejemplo. Entre
los cazadores hay un rito. Todos los jueves bailan con las jóvenes del pueblo.
Para mí el jueves es un maravilloso día, ya que paseo hasta la viña. Si los
cazadores no tuvieran un día fijo para su baile, todos los días serían iguales
y yo no tendría vacaciones.
Fue así como el
principito domesticó al zorro. Pero al acercarse la hora de la partida:
-Ah!-dijo el zorro-
Voy a llorar.
-No es mi
culpa-repuso el principito- Tú quisiste que te domesticara, no fue mi intención
hacerte daño...
-Sí, yo quise que
me domesticaras-dijo el zorro.
-Pero dices que
llorarás!
-Sí-confirmó el
zorro.
-Ganas algo
entonces?-preguntó el principito.
-Gano-aseguró el
zorro- por el color del trigo.
Luego sugirió al principito:
-Vuelve y observa
una vez más el jardín de rosas. Ahora comprenderás que tu rosa es única en el
mundo. Cuando vuelvas para decirme adiós, yo te regalaré un secreto.
Se dirigió el
principito nuevamente a la rosas:
-En absoluto os
parecéis a mi rosa. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie.
Así era mi zorro antes, semejante a cien mil otros. Al hacerlo mi amigo, ahora
es único en el mundo.
Las rosas se
mostraron ciertamente molestas.
-Sois bellas, pero
aún estáis vacías-agregó todavía- Nadie puede morir por vosotras. Es probable
que una persona común crea que mi rosa se os parece. Ella siendo sólo una, es
sin duda más importante que todas vosotras, pues es ella la rosa a quien he
regado, a quien he puesto bajo un globo; es la rosa que abrigué con el biombo.
Ella es la rosa cuyas orugas maté (excepto unas pocas que se hicieron
mariposas). Ella es a quien escuché quejarse, alabarse y aún algunas veces,
callarse. Ella es mi rosa...
Regresó hacia donde
estaba el zorro:
-Adiós-dijo.
-Adiós-dijo el
zorro- Mi secreto es muy simple: no se ve bien sino con el corazón; lo esencial
es invisible a los ojos.
-Lo esencial es
invisible a los ojos-repitió el principito a fin de acordarse.
-El tiempo que
dedicaste por tu rosa, es lo que hace que ella sea tan importante para ti.
-El tiempo que
dediqué por mi rosa...-repitió el principito para no olvidar.
-Los hombres ya no
recuerdan esta verdad-dijo el zorro- En cambio tú, por favor... no debes
olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres
responsable de tu rosa...
-Soy responsable de
mi rosa...-dijo en voz alta el principito a fin de recordar...
Capítulo 22
-Buenos días-dijo
el principito.
-Buenos días-dijo
el guardavías.
-Qué haces
aquí?-preguntó el principito.
-Realizo la
clasificación de los viajeros por grupos de mil-respondió el guardavías-
Despacho los trenes que los trasladan, tanto hacia una dirección como hacia la
otra.
Un rápido tren
rugiendo como un trueno, hizo temblar la cabina.
-Están muy apurados-dijo
el principito- Qué buscan?
-No lo sabe ni aún
el que conduce la locomotora-afirmó el guardavías.
Otro tren rugió,
pasando en sentido inverso al anterior.
-Ya
regresan?-preguntó el principito.
-No son los
mismos-dijo el guardavías- Es un cambio.
-No les agradaba en
donde estaban?
-Nadie está nunca
conforme donde está-dijo el guardavías, mientras rugía el tercer tren.
-Es que persiguen a
los primeros viajeros?-preguntó intrigado el principito.
-No persiguen
absolutamente nada-respondió el guardavías- Allí dentro bostezan o se quedan
dormidos. Unicamente los niños aplastan sus narices contra los vidrios.
-Sólo los niños
tienen claro lo que buscan-dijo el principito- Juegan con una muñeca de trapo
que termina transformándose en algo sumamente importante. Si se les quita la
muñeca, comienzan a llorar...
-Ellos tienen
suerte-continuó el guardavías.
Capítulo 23
-Buenos días-saludó
el principito.
-Buenos
días-contestó el mercader.
Se trataba de un
vendedor de píldoras que quitan la sed. Se las ingiere una vez a la semana y se
pierde la necesidad de beber.
-Para qué vendes
eso?-quiso averiguar el principito.
-Para economizar
tiempo-dijo el mercader- Investigadores han podido calcular que se ahorran
cincuenta y tres minutos por semana.
-Qué se hace con
los minutos ahorrados?.
-Lo que se
quiere...
"Yo-dijo el
principito- con cincuenta y tres minutos para gastar, lo que haría sería
caminar lentamente hacia una fuente..."
Capítulo 24
Era ya el octavo
día en medio del desierto, y había escuchado la historia del mercader, mientras
bebía la última gota de agua que quedaba.
-Ah!-dije al
principito- Me gustan tus recuerdos pero aún no he podido reparar mi avión, ya
no queda nada para beber y también me agradaría dirigirme muy lentamente hacia
una fuente.
-Mi amigo el
zorro...-me dijo.
-Mi pequeño
hombrecito, ya no se trata más del zorro!
-Por qué?-preguntó
algo indignado el principito.
-Porque vamos a
morir de sed...
Sin comprender mi
explicación agregó:
-Es hermoso haber
tenido un amigo, aún si vamos a morir. Soy feliz por haber tenido un amigo
zorro...
"No tiene
noción del peligro-me dije- Nunca siente hambre, nunca sed... Un poco sol es
suficiente para él"
Me miró y dijo como
respondiendo a mis pensamientos:
-También tengo
sed... Veamos si encontramos un pozo...
Expresé un gesto de
cansancio. Nada mas ridículo que buscar un pozo al azar en medio del desierto.
De todas formas, emprendimos la marcha.
Caminamos horas en
silencio hasta que cayó la noche y las estrellas comenzaron a brillar. Parecía
estar soñando, estaba algo afiebrado a causa de la sed. Danzaban por mi mente,
palabras del principito;
-Tú también tienes
sed?-pregunté.
No me respondió.
Simplemente me dijo:
-El agua también
puede ser buena para el corazón...
Me resultaba
ciertamente complicado comprender su respuesta, pero como sabía que era mejor
no interrogarlo, me callé...
Se lo veía algo
cansado. Se sentó y yo cerca de él. Luego de un silencio dijo:
-Las estrellas son
bellas, por una flor que no se ve...
"Seguramente"-dije-
Sin hablar miré las ondulaciones de la arena bajo la luna.
-Es muy bello el
desierto-agregó.
Pensaba igual.
Siempre he amado el desierto. Puede uno sentarse sobre un médano sin ver nada,
sin oír nada y sin embargo... algo resplandece en el mágico silencio.
-Lo que embellece
aún más al desierto-dijo el principito-, es que escode un pozo en cualquier
parte, en el sitio menos esperado...
Comprendí de pronto
el misterio del resplandor de la arena. Cuando era jovencito, vivía en una casa
muy antigua y contaba la leyenda que allí había un tesoro escondido. Nadie pudo
descubrirlo y quizá nadie lo haya buscado. Sin embargo, encantaba toda la casa.
Mi casa guardaba un secreto en el fondo de su corazón...
-Sí-dije al
principito-; se trate de la casa, de las estrellas o bien del desierto mismo,
lo que indudablemente embellece es invisible.
-Así es como piensa
mi zorro, me gusta que estés de acuerdo con él-dijo.
Tomé en mis brazos
al principito que había quedado dormido, y proseguí la marcha. Sentía una gran
emoción recorrer mi cuerpo. Me parecía estar cargando un frágil tesoro. Y aún
más, sentía que no existía algo más frágil sobre esta Tierra. La luz que
provenía de la luna iluminaba la pálida frente del hombrecito, sus ojos
cerrados y los cabellos dorados movidos por el viento. Me dije: "Lo que
aquí veo, es solo una corteza. Lo más importante es invisible..."
Sus labios
permanecían entreabiertos esbozando una suave sonrisa. Me dije: "Lo que me
emociona de este principito es su fidelidad por una flor, es la imagen de una
rosa que brilla en él aún en su sueño como la llama de una lámpara..." Lo
sentí aún más frágil. Es muy necesario cuidar de las lámparas ya que un golpe
de viento puede apagarlas...
Y así, caminando
lentamente, descubrí el pozo al amanecer.
Capítulo 25
-Veo que los
hombres-comentó el principito- se encierran en los rápidos sin saber lo que
buscan. Esto los agita y comienzan a dar vueltas...
El pozo que
habíamos hallado era bien extraño para un desierto, mas bien parecía el pozo de
una aldea.
-Es raro-dije al
principito- Todo está ya preparado: la roldana, el balde, la cuerda...
Rió, tocó la cuerda
e hizo mover la roldana que gimió como una vieja veleta.
-Escuchas?-preguntó
el principito- Despertamos al pozo y él ahora nos canta...
-Permíteme a mí-le
sugerí. Creo que para ti es muy pesado.
Lentamente icé el
balde, lo asenté bien. Dentro mío cantaba aún la roldana y en el agua..., vi
temblar el sol.
Tengo sed de esta
agua-dijo el principito- Dame de beber.
Comprendí lo que había
buscado.
Acerqué el balde a
sus labios y bebió con los ojos cerrados. Todo parecía una fiesta. El agua
había nacido del caminar bajo las estrellas, del canto de la roldana, del
esfuerzo de mis brazos. Era como un regalo, buena para el corazón. Cuando
pequeño, la luz del árbol de Navidad, la música de la misa de medianoche, la
calidez de las sonrisas formaban todo el resplandor del regalo de Navidad que
recibía.
-En tu tierra-dijo
el principito-, los hombres cultivan miles de rosas en un mismo sitio, pero no
encuentran lo que buscan...
-Así es, no lo
encuentran...-dije.
-Y pensar que lo
que buscan, podría encontrarse en una sola rosa o en un poco de agua...
-Seguro que así
es-afirmé.
-Pero como los ojos
están ciegos, se hace necesario buscar con el corazón.
Yo había bebido,
respiraba bien. Al nacer un nuevo día, la arena se mostraba color miel. Eso me
hacía feliz. Por qué habría de apenarme?
-Necesito que
cumplas tu promesa-me dijo dulcemente el principito al tiempo que se sentaba
cerca mío.
-Y cuál es esa
promesa?-pregunté algo olvidado.
-Un bozal para mi
cordero... soy responsable de mi flor!
Tomé de mi bolsillo
los bosquejos de dibujo. Al verlos, el principito rió y dijo;
-Tus baobabs son
bien parecidos a los repollos, sabes?
-Oh! Estaba muy
orgulloso de ellos!
-Fíjate ahora en
las orejas del zorro... parecen cuernos y además, son demasiado largas!-dijo
todavía riendo.
-Eres algo injusto.
Yo no sabía dibujar más que boas abiertas y cerradas.
-Oh, está
bien!-dijo- Los niños saben.
Dibujé como pude un
bozal y sentí una opresión en mi corazón al dárselo.
-Veo que tienes
proyectos que desconozco...
Me dijo:
-Sabes, mi caída
sobre la Tierra... mañana se cumplirá el aniversario...
Luego de un
silencio:
-Caí muy cerquita
de aquí-dijo y se sonrojó.
No comprendí bien
por qué, pero sentí un gran pesar.
-Entonces no te
paseabas por casualidad aquélla mañana en la que te conocí, hace ocho días,
así, solo y a mil millas de toda región habitada. Acaso regresabas al punto de
tu caída?
El principito
enrojeció otra vez y dije vacilando;
-Quizá por el
aniversario...?
Nuevamente
enrojeció el principito. Nunca respondía a las preguntas pero... cuando uno se
enrojece significa "sí", no es cierto?
-Ah!-le dije-
Temo...
-Ahora debes
continuar tu trabajo-dijo interrumpiéndome- Debes volver a tu avión. Aquí te
esperaré. Regresa mañana por la tarde...
No me quedaba
tranquilo. Me recordaba ésto al zorro. Si uno se deja domesticar, corre el
riesgo de llorar un poco...
Capítulo 26
A un lado del pozo,
se levantaba una ruina de un viejo muro pedroso. Mientras trabajaba al día
siguiente, podía distinguir a lo lejos al hombrecito sentado allí arriba, con
sus piernas colgando. Pude oír que hablaba:
-No lo
recuerdas?-decía- No es exactamente aquí!
Deduzco que una voz
le respondió, pues el principito contestó:
-Sí! Sí! Es el día,
pero estoy seguro que el lugar no es éste...
Emprendí mi vuelta
hacia el muro. No veía ni oía a nadie. El principito nuevamente dijo:
-..Seguro. Te
fijarás en qué lugar comienza mi huella en la arena. Espérame allí esta misma
noche.
A veinte metros del
muro y todavía no veía a nadie con quien el principito pudiera seguir
hablando..
Agregó todavía:
-Dará buen
resultado tu veneno? No sufriré por mucho tiempo, verdad?
Con el corazón
oprimido me detuve sin comprender.
-Márchate
ahora...-dijo- Quisiera descender!
Baje la mirada
hacia el pie del muro y... di un salto! Inclinada hacia el principito,
amenazaba una de esas serpientes amarillas que os matan en treinta segundos.
Corría mientras buscaba mi revólver, pero al oír el ruido, la serpiente se
deslizó por dentro de la arena hasta desaparecer como un chorro de agua que
muere.
Llegué al muro en
el instante indicado como para recibir al principito en mis brazos, quien se
hallaba pálido como la nieve.
-De qué se trata
esta historia? Ignoraba que hablaras con serpientes.
Mojé sus sienes, le
di de beber y aflojé su eterna bufanda de oro. No me atreví a preguntar nada.
Mirándome gravemente, rodeó mi cuello con sus pequeños brazos. Su corazón latía
como el de un pájaro que muere, herido por una carabina. Me dijo:
-Me alegra mucho
que hayas dado con el desperfecto de tu máquina. Podrás regresar a tu casa...
-Cómo lo sabes?
Justamente, era lo
que venía a comunicarle. Contra toda esperanza, finalmente mi trabajo tuvo
éxito.
Sin responder a mi
pregunta agregó:
-También yo hoy
vuelvo a casa...
Algo triste
prosiguió:
-Es mucho más
lejos, más difícil...
Lo abracé contra mi
pecho como a un niño y parecía escurrirse hacia un oscuro abismo sin poder
hacer nada por retenerlo...
-Ah! Sabes? Tengo
tu cordero, su caja y también su bozal...
Sonrió con
melancolía.
-Has tenido miedo,
hombrecito.
Sin duda que lo
había tenido.
-Esta noche tendré
mucho más...
Un frío helado
recorrió mi cuerpo por la certeza de lo irreparable. No soportaría la idea de
no escuchar nunca más la música de su risa. Era para mí como una fuente en el
desierto.
-Hombrecito...
quiero escuchar tu risa otra vez...
Me dijo:
-Esta noche se
cumplirá un ano. Mi estrella estará exactamente sobre el mismo sitio donde caí
el año pasado...
-Dime que es una
pesadilla la historia de la serpiente, la cita y la estrella...
No respondió y
dijo:
-No se ve lo que es
importante...
-Seguro que no...
-Es como una flor.
Si la flor que amas se encuentra en una estrella, da alegría mirar el cielo por
la noche. Es como si todas las estrellas florecieran.
-Seguramente...
-Como el agua, la
que me has dado... Era como una música, recuerdas? Era dulce...
-Seguramente.
-Mirarás por la
noche las estrellas. No sabrás exactamente cuál es la mía pues mi casa es
demasiado pequeña. Pero será mejor así. Para tí mi estrella será alguna de
todas ellas; te agradará mirarlas y todas serán tus amigas. Luego te haré un
regalo...
Rió nuevamente.
-Ah! cómo me gusta
oír tu risa!
-Precisamente, será
mi regalo... será como el agua...
-No comprendo.
-Las estrellas no
significan lo mismo para todas las personas. Para algunos viajantes son guías.
Para otros no son más que lucecitas. para los sabios son problemas. Para mi
hombre de negocios eran oro. Ninguna de esas estrellas habla. En cambio tú...,
tendrás estrellas como ninguno ha tenido.
-Qué intentas
decirme?
-Por las noches tú
elevarás la mirada hacia el cielo. Como yo habitaré y reiré en una de ellas, será
para tí como si rieran todas las estrellas. Tú poseerás estrellas que saben
reír.
Volvió a reír.
-Cuando hayas
encontrado consuelo (siempre se encuentra), te alegrarás por haberme conocido.
Siempre seremos amigos. Sentirás el deseo de reír conmigo y abrirá tu ventana,
así... por placer... y tus amigos se asombrarán al verte reír mientras miras el
cielo. Les dirás: "Sí, las estrellas siempre me hacen reír". Tal vez
crean que estás loco. Te habré hecho una muy mala jugada...
Volvió a reír:
-Harás de cuenta
que en lugar de estrellas te he regalado puñados de cascabelitos que saben
reír...
Rió nuevamente.
Luego su risa se transformó en seriedad.
-Esta noche...
sabes?... no llega.
-Prometo no
separarme de ti.
-Va a parecer que
sufro... que muero un poco. Es asi. No vengas a verlo, no vale la pena...
--No me separaré de
ti ni un instante.
Estaba inquieto.
-Te lo sugiero
también por la serpiente. Ella no debe morderte... las serpientes son malas,
muerden muchas veces por placer...
-Hombrecito..., no me
separaré de ti.
Algo pareció
tranquilizarlo:
-Aunque... es
cierto que no tienen veneno en la segunda mordedura...
Esa noche no lo vi
marcharse. Se evadió sigilosamente.
Logré alcanzarlo
mientras caminaba decidido y con paso rápido. Me dijo:-Ah! Estás ahí...
Tomó mi mano pero
siguió atormentándose:
-No has hecho bien
en desobedecerme. Sufrirás. Parecerá que muero pero no será verdad...
Yo permanecía en
silencio.
-Comprende que es
demasiado lejos. No puedo llevar mi pesado cuerpo allí.
Yo seguía sin
hablar.
-Pero será como una
vieja corteza abandonada. No son tristes las viejas cortezas, verdad?
-Yo callaba.
Hacía esfuerzo para
no descorazonarse:
-Sabes?, será
agradable. También yo miraré las estrellas. Todas ellas serán pozos con una
roldana enmohecida, y todas ellas me darán de beber...
-Yo continuaba en
silencio.
-Hasta será
divertido! Tendrás quinientos millones de cascabeles y otro tanto de fuentes...
Pero también calló,
porque lloraba...
Mira, es allá.
Déjame avanzar un paso, solo.
Se sentó porque
tenía miedo.
Dijo:
-Sabes?... mi
flor.. soy responsable. Ella es tan débil! Y tan ingenua! Piensa que con esas
cuatro espinas insignificantes se protegerá contra el mundo...
Me senté porque ya
no me era posible mantenerme de pie.
El principito dijo:
-Bien... es todo...
Vaciló un instante,
al cabo del cual se levantó. Dio un paso. Yo estaba casi paralizado.
Pudo verse un
relámpago amarillo cerca de su tobillo que lo dejó inmóvil un instante. No
gritó. Como cae un árbol, cayó suavemente sobre la arena.
Capítulo 27
Han transcurrido ya
seis años y es la primera vez que relato esta historia. Los camaradas que me
encontraron se alegraron de verme vivo. Estaba muy triste, pero les decía:
"Es la fatiga..."
Con el tiempo
encontré algo de consuela. Tengo la certeza que regresó a su planeta, pues, al
despuntar el día, no hallé su cuerpo. Por las noches me gusta oír las
estrellas. Suenan como si fueran millones de cascabeles.
He aquí algo
extraordinario. Olvidé agregar la corra de cuero al bozal que dibujé para el
principito. No habrá podido colocársela nunca. Me pregunto: "Qué habrá
sucedido en su planeta? Tal vez el cordero haya devorado a la flor..."
Muchas veces me
respondo: "Seguramente no! El principito sabe cuidar a su rosa poniéndola
todas las noches bajo un globo de vidrio, al tiempo que vigila celosamente a su
cordero..." Y así me siento feliz. Y todas las estrellas ríen dulcemente.
Otras veces pienso:
"Sería suficiente distraerse tan sólo una noche..., y olvidarse del globo
de vidrio..., en ese caso el cordero saldría cuidadosamente a fin de no ser
escuchado, y comería la flor durante la noche..." Los cascabeles de pronto
se transforman en lágrimas!...
Es realmente un
gran misterio. Para vosotros que seguramente amáis también a mi hombrecito,
nada en el mundo sigue siendo igual si en algún lugar, no se sabe dónde, un
cordero que no conocemos ha comido, sí o no, a una rosa...
-Levantad los ojos
al cielo y preguntad: el cordero, sí o no, ha comido a la flor? Y veréis como
todo cambia...
Os aseguro que no
hallaréis persona grande alguna, que comprenda la importancia que ello tiene,
para quienes hemos conocido al principito.
Para mí, es éste al
mismo tiempo, el más bello y triste paisaje del mundo. El mismo que el que lo
precede, pero lo repito para que lo miréis con atención. Es aquí donde el
principito apareció en este planeta y es también aquí donde finalmente
desapareció.
Repasad esta imagen como para estar bien
seguros que habréis de reconocerlo, si viajáis algún día por el Africa, en el
desierto. Si pasáis por allí os pido: tened la gentileza de esperar; no os
apuréis, aguardad unos instantes, exactamente debajo de la estrella. Si véis
que un niño se os aproxima, ríe, tiene cabellos color oro, si no responde a
vuestras preguntas, ya sabréis de quién se trata. Sed bien gentiles entonces!
Escribidme sin vacilar un instante, contadme que el principito ha regresado...